En un pueblecito humilde, había empezado a pasar muchas cosas raras. Todo comenzó el primer día de vacaciones, cuando los chicos, felices, se fueron a jugar por los campos, pero un niño pelirrojo y revoltoso le dio por pisotear las pequeñas margaritas, recibió varios coscorrones, todos los coscorrones dados por una mano invisible.
Otro niño arrancaba los frutos todavía verdes. Recibió el castigo de la mano invisible. Las niñas, que corrían por los verdes campos estropeando lo que sus padres habían sembrado, también recibieron pequeños coscorrones que no sabían de donde llegaban.
La niña más pequeña se sentó y empezó a pensar que algunas flores estaban secas. Cogió una lata vieja que tenia, la llenó de agua del río y regó las flores. En aquel extraño momento se nubló el cielo y empezó a llover. Niños y niñas corrieron hacia una cabaña cercana que había, asustados por la tormenta. De pronto un rayo de luz reflejaba la sombra de una mujer; asustados y temblorosos pensaron que era el hada de los campos.
- Soy el hada de los campos. Como habéis notado, me he enfadado mucho por estropear las flores. Por el contrario, me gustan los niños que saben cuidar las plantas. Los niños, impresionados, dijeron: “cuidaremos de la naturaleza”, y cumplieron su promesa.
Escrito por: Esther Roldán
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